Relato de Primavera: Palomas
Título: Palomas
Autor: Otro de los de antes
Las palomas, a diferencia de las
familias mormonas, viven solo en parejas “de toda la vida”,
Desde mi
terraza voy contemplando los cambios de forma y color de las plantas en su
crecimiento estival y el comportamiento de los animales que en esa época me
visitan.
La pequeña y
ágil ardilla ya habituada a mi presencia, me mira con descaro y me observa con
curiosidad. Cuando se sacia de mi presencia, corretea y juega con las
escandalosas urracas que se le acercan o se engarabita por los pinos para
secuestrarle los piñones a los piñascos que ya inservibles, los arroja
irreverentemente sobre el suelo.
Las bandadas
de gorriones se desparraman sobre el césped y picotean los insectos que se
atreven a sobresalir sobre los yerbajos segados. Todos son iguales y parecen
sacados de un nidal de familia numerosa de las de antes.
Las más
habituales son las palomas. Se pasean por el prado (aunque no matan moscas con
el rabo, como “la vaca de lechera”, de la posguerra) o se encaraman a las
ramas. Siempre están en parejas y zurean frecuentemente en las épocas de celo.
Ya las conozco y ellas no se cohíben. En sus trances amorosos suelen propasarse
y sin importarles mi presencia repiten y repiten sus contactos, hasta que una
de ellas, el macho o la hembra, comienza a hartarse de tanto escarceo e inicia
la retirada rehuyendo la pesadez amorosa de su pareja. Pero no hay que
preocuparse, volverá nuevamente a buscar el picoteo y cortejo erótico de su
indisoluble matrimonio y rechazaran cualquier intruso que pudiera perturbar su
integra intimidad.
Un día
observe las ondas sobre el agua de la piscina, provocadas por un aleteo
desesperado de un ave en trance de ahogamiento. Vi que era una paloma que
pretendía acercarse al pretil para, aferrada a la orilla, poder remontar el
vuelo. Los intentos no daban resultado. La cogí de las alas y la deposité sobre
la hierba. La paloma no se separaba de mi tal vez “razonando” que le había
salvado la vida y que era alguien amigo. Me llamo la atención que no tuviera
pareja cercana y deduje que “su palomo” debería haber desaparecido por alguna
circunstancia adversa, de los posibles peligros que los acechan.
Iba pasando
el tiempo. Mi palomita volvía al jardín y confiada se exhibía en solitario.
Pero un día llego adjuntada a otra pareja. El trío formado se consolido. Y
aunque algunas veces la paloma compañera la rehusaba ante el ufano palomo
convertido en bígamo, el trío se fue afianzando. Ya es habitual la visita de
este grupito bien avenido que se pavonea, con su “legalizada unión” en mi
presencia.
La conclusión
es que incluso los hábitos congénitamente heredados en los seres “no
racionales”, pueden modificarse y que la naturaleza permite cambios
“racionales” de comportamientos entre los seres vivientes. Y aun teniendo en
sus recodos genéticos propensión a la ferocidad (la caza del cimbel), también
acogen sentimientos donde entra la solidaridad, la amistad y la compasión. Y
que son aplicadas con asiduidad. Al contrario de como ocurre, a veces en los
humanos, con los fanatismos morales de las creencias del espíritu y las rígidas
leyes elaboradas en los códigos de la carne.
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