Reflexiones para una cuarentena II


EL CORONAVIRUS COVID-19 VIAJA CON EL TURISTA
Entre las muchas peculiaridades que rodean a la epidemia provocada por el coronavirus, llama la atención su rápida y amplia difusión por, prácticamente, todo el mundo hasta adquirir la bien ganada categoría de pandemia. A parte de características propias del virus vinculadas a su facilidad de contagio, se le han asociado circunstancias que han facilitado su global difusión y entre otras posibles está la enorme movilidad actual de las personas yendo de un sitio a otro.
Actualmente, en la mayoría de los casos la gente no viaja, sino que hace turismo que no es exactamente lo mismo; la RAE de la Lengua en su diccionario recoge que viajar consiste en trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción, mientras que hacer turismo se refiere a la actividad o hecho de viajar por placer o afición a viajar por el gusto de recorrer un país o región. Las diferencias entre el sentido del viaje de Marco Polo a China en el siglo XIII y el aluvión de turistas que visitan China con la intención de admirar la Muralla China, si lo permite la enorme afluencia de personas de todo el mundo, son bien evidentes. También es muy diferente el impacto económico y medio ambiental global que suponen ambas actividades en las diferentes épocas. Actualmente, la masificación del turismo, cuyas repercusiones económicas son importantes en muchos casos, tiene también consecuencias negativas que están empezando a ser tenidas en cuenta y que tal vez requieran algún tipo de regulación y control, si queremos preservar determinados espacios naturales, hoy profanados, y disminuir su incidencia en el medio ambiente.
La historia nos muestra que también los grandes viajes han servido como vehículos de transmisión de enfermedades; es bien sabido que durante la conquista del imperio azteca por Hernán Cortés en el siglo XVI, se produjo una epidemia de viruela entre los indígenas, pereciendo aproximadamente un tercio de la población indígena de México mientras los españoles permanecieron inmunes. Esta epidemia se extendió desde México al resto de Centroamérica afectando a áreas con grandes poblaciones. A lo largo del siglo XVI, también tuvieron lugar otras epidemias además de la viruela, como la gripe, fiebre amarilla, sarampión y cólera que acabaron con tribus enteras de la población nativa.
La comparación de las epidemias de enfermedades nuevas que entonces afecta-ron a las poblaciones indígenas de América Latina y la situación actual se hace inevitable; es cierto que las épocas y la globalización mundial actual son distintas, como diferentes son también los tipos de enfermedades, algunas de aquellas ya casi desaparecidas en nuestro medio, y los recursos sanitarios y científicos actuales disponibles, pero algunos aspectos pueden ser similares; ahora como entonces, somos las personas con nuestra movilidad por todo el mundo, los que actuamos como vectores transmisores de enfermedades contagiosas desconocidas hasta ahora y frente a las cuales no estamos inmunizados, ni tampoco estamos preparados para afrontarlas, ni siquiera sabemos preverlas y actuar con rapidez, por todo ello fácilmente alcanzan el nivel de pandemia con una agresividad y mortalidad elevadas desconocidas hasta ahora en nuestro medio y con una difusión mundial. En este como en otros temas, el hombre y la naturaleza deberían buscar el equilibrio; un equilibrio siempre inestable pero necesario que cuando se rompe, la naturaleza termina por imponer su ley.
                                                                                      Hermenegildo de la Calle
                                                                                         23 de marzo de 2020

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