El Teatro. Por José Luis Navarro Navarro

En el desarrollo de la civilización humana, fue fundamental  la articulación fonética que origino las palabras y los idiomas y que ocasionaron el progreso de la inteligencia y la difusión de la cultura.

Estas etapas, que requirieron miles de años, necesitaron de estrategias adecuadas para su difusión entre  gentes primitivas en diferentes grados evolutivos. Fue en los  feraces márgenes  de los grandes ríos, en climas propicios para los asentamientos humanos, donde la civilización inicio sus ensayos para su arraigo y progreso.

Ya se había expandido la escritura sobre los muros palaciegos, en las tablillas de arcilla, en los papiros vegetales y declamados por los aedas en los porticados atrios de las plazas y los templos. Pero las poblaciones permanecían “analfabetas”,  incluso durante prolongados siglos, y no existían medios de divulgación asequibles  y solo unos pocos “iniciados” eran capaces de poder comprender e interpretar los signos misteriosos esculpidos, dibujados o escritos.

Pero de todos estos diversos y distantes asentamientos.  En solo uno, en los contornos del Ática y después en sus colonias, se produjo el milagro de la aparición del teatro. Sobre sus pétreas gradas las muchedumbres iletradas, asistían a representaciones que les informaban de la existencia de sus dioses, de las costumbres de sus reyes, de las hazañas  de sus héroes, de los sentimientos de los mortales, de los amores y odios  de sus vecinos…De las risas y los llantos. De la vida y de la muerte. Y no solo se expresaban con palabras, tras sus mascaras, los actores, con sus figuras en movimiento explicaban las acciones de sus representados.  Exhibían el argumento de su historia y con su gestualidad los sentimientos que albergaban.

Han llegado hasta nosotros algunas obras de unos pocos de aquellos genios que crearon la colosal empresa del teatro. Solo conservamos pocos de sus escritos, pero nos han servido para conocer  su  merito e importancia en la difusión civilizadora y cultural, sobre el conjunto de sus poblaciones.

De aquellos inmortales, permanecen los admirados Esquilo (525-456 a.C ): Los Persas, Los siete contra Tebas, Las Suplicantes, Agamenón, Las Coéforas, Las Euménides, Prometeo encadenado. Sófocles (497-406 a.C): Antígona, Electra, Edipo Rey, Edipo en Colona y Eurípides (480-406a.C): Ión, Medea, Alcestis, Heracles, Hipólito, Los Heraclitas, Las Bacantes, Las Fenicias, Las Suplicantes.

Es asombroso que en aquellas primitivas colectividades ya se discutiera sobre el poder de los dioses, el origen de la vida y su destino,  la obediencia de las leyes y su discusión sobre su iniquidad, la lealtad y la traición, la moral y la ética, lo bello y lo sublime, el bien y el mal etc . Es decir, abrieron los temas humanos que todavía estamos descubriendo.

Paso mucho tiempo y llegó la “noche gótica”. El derrumbe del imperio romano, rompió la “globalización” que aquellos siglos de su dominación habían establecido: Se fragmento la economía, el comercio, la moneda, las leyes, las costumbres, el idioma, la unidad militar, las técnicas, las comunicaciones, etc.  Y surgieron por doquier las nuevas naciones, los nuevos caudillos, las nuevas fronteras, los nuevos idiomas,… y pasaron varios siglos de aislamientos, obscuridad cultural, y parálisis o retroceso de lo hasta entonces conseguido. En Europa, fueron los claustros y cenobios, los que contribuyeron  a guardar lo que consiguieron rescatar de la barbarie. Y lentamente se inicio la nueva marcha hasta la llegada de nuevo a otro “milagro”, al Renacimiento. En España, que habíamos tenido las invasiones, godas primero e islámicas después, pudimos, conservando nuestra raíz greco-latina, influenciarnos de las otras culturas.

En aquellos siglos obscuros, se fueron abriendo ventanas que permitieron ver las luces del arte y el pensamiento. Y arribamos a nuestro “siglo de oro” que literariamente lo inicia un nombre representado por una vieja alcahueta y trapacera, La Celestina.

El siglo de oro.

Convertida España durante los siglos XVI y XVII en el país más poderoso, culto y rico  del mundo (el real de a ocho fue la primera divisa mundial y la que se utilizo como referencia internacional durante tres siglos), corona su predominio militar con la explosión de su fecundidad artística, que represento  una revolución de “la cultura universal”. Este periodo se inicia cuando los Reyes Católicos propiciaron el descubrimiento de América y Nebrija instituye las reglas idiomáticas del castellano, hacia 1492 y se disolvió en 1681 cuando la muerte de Calderón de la Barca. En realidad se prolongó casi dos siglos, coincidiendo con el esplendor y  hasta la decadencia del Imperio Español (Ceriñola en 1502 y Rocroi en 1642, y políticamente terminó en 1659, con el Tratado de los Pirineos, ratificado entre Francia y España). Este áureo periodo hispánico supuso un salto de la humanidad en todos los ámbitos del conocimiento: sociológicos, geográficos, literarios, filosóficos, arquitectónicos, artes plásticas, modas, diplomacia, estrategias bélicas, avances tecnológicos, ampliación comercial, cambios políticos y religiosos, etc y como consecuencia la animadversión  del resto de países emergentes: Francia, Inglaterra, Holanda etc. Y que la regurgitaban en la permanente “leyenda negra”. La época, incluye dos desarrollos culturales: el periodo llamado Renacimiento durante el siglo XVI (reinados de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II) y el periodo llamado Barroco en el siglo XVII  (reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II). El eje de estas dos épocas puede referenciarse por los hitos religiosos  en el Concilio de Trento y la reacción  a la reforma luterana.

Y volvió el teatro. Y fue de las mayores expresiones literarias de este periodo. Entre los cambios estéticos literarios, fue fundamental el desarrollo del realismo  y lo popular, tal como se había venido fraguando durante toda la Edad Media peninsular como contrapartida crítica al excesivo, caballeresco y nobiliario idealismo del Renacimiento. La primera obra maestra fue sin duda La Celestina, pieza teatral irrepresentable y originalísima obra de un desconocido autor y de Fernando de Rojas, que, junto a sus continuaciones por parte de otros autores (el llamado género celestinesco) o sus imitaciones libres (entre ellas la portentosa  La Lozana andaluza , de Francisco Delicado) marcó para siempre el “Realismo” en una parte esencial de la literatura española, cuya riqueza abona también ficciones caballerescas tan maravillosas y fantásticas como los libros de caballerías, habida cuenta de que figuran entre sus piezas más destacadas novelas como Tirante el Blanco, escrita en valenciano y el Amadís de Gaula .

A esta tendencia anti clásica corresponde también la fórmula de la comedia nueva creada por Lope de Vega  (1562-1635) y divulgada a través de su “Arte Nuevo”: una explosión inigualable de creatividad dramática  desarrollada Junto a sus discípulos (Juan Ruiz de Alarcón, Tirso de Molina, Guillén de Castro, Antonio Mira de Amescua, Luis Vélez de Guevara, Juan Pérez de Montalbán, etc), que quebrantaron como él las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar. Se afrontaron todos los temas: cortesanos y populares, de amor y de celos, de venganzas y de traiciones, de hombres y de mujeres, históricos y mitológicos, rurales y palaciegos,…Y se revisaron las leyes “justas” y las costumbres, el albedrio y el destino, los derechos y las libertades, Dios y el Mundo… Se abrió el alma del hombre moderno adornado con el lenguaje del castellano universal. Y así, el «monstruo de la naturaleza», como lo llamó Cervantes y también conocido, como «el Fénix de los Ingenios», fue autor de más de 400 obras teatrales : El caballero de Olmedo, Peribáñez y el Comendador de Ocaña, El perro del hortelano, La dama boba y Fuenteovejuna… Su aportación al teatro universal fue principalmente una portentosa imaginación, de la que se aprovecharon sus contemporáneos, sucesores españoles y europeos que extrajeron  temas, argumentos, motivos y toda suerte de inspiración. Su teatro, mezcla lo trágico con lo cómico y abrió las puertas a la renovación del arte dramático.

De ahí, que los escritores españoles fueron los precursores  del nuevo teatro europeo y de sus fuentes nacieron por ejemplo: de Las mocedades del Cid de Guillén de Castro, se inspiro Le Cid de Pierre Corneille; Reinar después de morir de Luis Vélez de Guevara, sobre el tema de Inés de Castro, que pasó con esta obra al drama europeo; La verdad sospechosa y Las paredes oyen, de Juan Ruiz de Alarcón, que atacan los vicios de la hipocresía y la maledicencia y sirvieron de inspiración para Molière y otros comediógrafos franceses; El esclavo del demonio de Antonio Mira de Amescua, sobre el tema de Fausto; El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, sobre el tema del donjuán y la leyenda del convidado de piedra y que sirvió a múltiples autores (y posteriormente a músicos) para escribir sobre este prototipo.

El otro gran dramaturgo áureo en crear una escuela propia fue Calderón de la Barca (1600-1681); sus personajes son fríos razonadores y con frecuencia obsesivos, también modifica el estilo. métrica, escenas, lenguaje, retorica, alegorías etc. y que suponen una vulgarización comprensible del culteranismo; destaca en especial en el auto sacramental, género alegórico que se avenía con sus cualidades y llevó a su perfección. También en la comedia. De Calderón destacan obras maestras como El alcalde de Zalamea, El príncipe constante, las dos partes de La hija del aire, los grandes dramas de honor sobre personajes enloquecidos por los celos, como El mayor monstruo del mundo, El médico de su honra o El pintor de su deshonra. De entre sus comedias destacan La dama duende, y también, autos sacramentales como El gran teatro del mundo que sugestionaron la imaginación de los románticos ingleses y alemanes. Su obra más destacada es La vida es sueño, sobre los temas del libre albedrío y el destino. Tuvo por discípulos e imitadores de estas cualidades a una serie de autores que refundieron obras anteriores de Lope o sus discípulos puliéndolas y perfeccionándolas: Agustín Moreto (El desdén, con el desdén, la de figurón El lindo don Diego;) Francisco de Rojas Zorrilla (Entre bobos anda el juego, Del rey abajo ninguno) Antonio de Solís, también historiador y propietario de una prosa que ya es neoclásica El amor al uso y Un bobo hace ciento

Y se configuraron dos estilos: el conceptismo y el culteranismo y Quevedo en la sátira y el sarcasmo.

Muchos de los temas literarios del siglo XVI provenían de la rica tradición medieval  multicultural, árabe y hebrea, del Romancero y de la impronta italianizante de la cultura española, a causa de la presencia política del reino español en la península itálica durante largos siglos.

En aquella España, que seguía “analfabetoide”, se llenaban los teatros (los corrales de comedias de los que había , en Madrid, casi una decena y que fueron los primeros construidos en Europa, tras los olvidados teatros clásicos) que iban instruyendo y culturalizando a las gentes, abarcando todos los temas  inherentes a la condición humana y que introducían los aspectos de las nuevas situaciones que se venían viviendo y adoptando por la cambiante   sociedad cosmopolita en la España imperial europeo-americana.

El día  22/23 de abril de 1616 fallecieron los dos genios literarios de la historia: Cervantes y Shakespeare. 

Y pasaron varios siglos.

Y llego el cinematógrafo (pero eso ya es otra historia)

Y también se invento la TV, que fue  “otro milagro” que invadió el mundo y que incluyo el teatro en sus programas. Se introdujo en todos los hogares y durante todo el tiempo.

En mi juventud, la TVE emitía, en Estudio 1,  las obras más destacadas del teatro mundial, con los mejores actores del momento. Luego fue posible grabarlos y verlos a voluntad. La cultura se difundió y en las tertulias era posible cambiar opiniones, expresar la admiración o rechazo, exponer lo aprendido en los escritos por los genios o valorar lo representado por los artistas destacados.

También en sus recintos se amontonaban las representaciones de más éxito: el humor español, las engoladas representaciones históricas, los clásicos revividos, los autores  foráneos (escandinavos, franceses, ingleses, italianos, rusos, germanos, norteamericanos, etc) invadían las carteleras ciudadanas. Decenas de salas se abarrotaban de ávido publico (muchas señoras) para reír o llorar las peripecias de la humanidad representada.

Cuando se extinguió la Dictadura nos llego  un subgénero, “el  destape”. El tiempo (la edad) fue arrinconando “los integrales” que los osados actores (y sobretodo actrices) había introducido sobre las tarimas teatrales.

Y seguimos avanzando.

En la actualidad  en los escenarios triunfan los musicales y en la programación televisiva se prodigan los concursos, los festines en el Okavango, las recetas de potajes y las discusiones mantenidas por Kiko con Terelu y de Jorge Javier con Belén.

Distinguido público, gracias por leerme. Disculpen los errores y hasta la próxima ocasión.

Por José Luis Navarro Navarro

 

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con tus conclusiones,,,,,,,

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  2. Excelente artículo y revisión!!! gracias colega!!!

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  3. Enhorabuena José Luis.

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