Comentario de libro: "El Cielo de Madrid"

Por Hermenegildo de la Calle Blasco.

Recientemente, tuve una experiencia que estoy seguro muchos habréis experimentado alguna vez; me refiero a esos libros que de forma incomprensible se esconden en nuestras estanterías, a las que llegan de una manera ignota en el tiempo y que humildemente ocupan su puesto procurando pasar desapercibidos, quizás acomplejados por las sencillas características de su edición. Ocasionalmente, ocupan nuestra mirada, cuando sacudimos el polvo, ordenamos los libros o incorporamos uno nuevo; nuestro humilde libro se esconde para pasar desapercibido, no le vemos y sigue esperando su momento; ¡porque todos los libros tienen su momento y el suyo no había llegado todavía!…… pero sucede que un día buscando un nuevo libro que leer, revisamos los estantes de nuestra librería y resulta que nuestro humilde huésped se hace notar, llama nuestra atención, agarra fuertemente nuestra mano, se impone a todos los demás porque sabe que este es su momento; sabe que necesitas leerlo en este momento precisamente, no antes pero sí ahora; el libro te atrapa y no puedes resistirte……y así coges el libro dispuesto a descubrir que tiene que decirte y porqué se hace imprescindible su lectura ahora.

De esta manera me ha sorprendido gratamente “El Cielo de Madrid” que dormía en mi estantería escondido hasta ahora. Su autor narra la historia de su protagonista que decide dejar a su familia y amigos y abandonar su Asturias, donde repartió su infancia y juventud entre Gijón y Oviedo, para trasladarse a Madrid, a finales de los años 70 del siglo pasado, siguiendo su sueño más íntimo de llegar a ser pintor. A lo largo de la narración, el protagonista nos cuenta, en primera persona, su llegada a Madrid; sus problemas de subsistencia económica y afectiva; su nuevo tipo de vida en la que se mezclan nuevos amigos que se supone equivocadamente durarán toda la vida; pisos compartidos donde vive gente de muy diferente procedencia y casi siempre de paso; tertulias y bares donde se “filosofa” acerca de la vida y otros asuntos y donde se reúnen jóvenes entusiastas y otros no tan jóvenes ya desencantados; relaciones sentimentales más o menos sinceras y otras que no son sino meros pasatiempos sin pretensión de dejar huella o que se rompen por diferencias en los proyectos personales.  Quien conozca la zona centro de Madrid y recuerde aquellos años, no le será difícil reconocer en sus páginas el ambiente de la ciudad en aquellos tiempos como vivido por uno mismo.

Con la pérdida de la juventud y la llegada de la edad adulta, todo el panorama y estilo de vida cambia; el protagonista cada vez frecuenta menos los bares y tertulias hasta la madrugada; los amigos van desapareciendo y solo alguno permanece; los pisos compartidos con gente extraña van perdiendo su razón de ser y el protagonista se refugia en la consecución de su sueño: pintar. Solo entiende la vida a través de su pintura; poco a poco alcanza el éxito antes deseado y con el tiempo llega la fama artística y su auge económico, casi sin pretenderlo, y con el éxito experimenta su mayor angustia y desazón, ya que no era ese el tipo de vida con el que el soñaba; su fantasía juvenil no se combina bien con la realidad que vive y se reconoce esclavo de los intereses económicos que afloran a su alrededor. En un momento de escepticismo, decide renunciar a todo y como es habitual en muchas personas que intentan no perderse en el ruido ambiental actual y reconciliarse consigo mismas para no perder la senda de sus sueños, se retira a un lugar solitario en contacto con la naturaleza para recuperarse a sí mismo; descubre así que “la soledad pesa mucho” y pasado un tiempo regresa para reanudar un tipo de vida diferente.

La narración se podrá catalogar como una crónica del Madrid del último cuarto del siglo pasado, o como la descripción de una generación que, perdida la juventud, la madurez les demuestra que casi nada es como lo habían imaginado, incluido el éxito o fracaso de sus sueños.

Pero no son estas consideraciones las que me han impresionado, ni creo que éstas constituyan la razón de porqué el libro me agarró la mano y quería que yo lo leyese en este momento, sino por “algo” que a muchos nos da vueltas en la cabeza a la hora de hacer balance de nuestra época de juventud y madurez y que se condensa en las cuatro últimas líneas del libro, cuando el protagonista le escribe a su hijo que acaba de nacer: “Te lo cuento ahora, que no me escuchas, para que sepas quién fue tu padre, cuál fue su vida y su trayectoria, qué hay detrás de su pintura y de su obra. Te lo cuento ahora, que no me escuchas, porque, cuando me escuches, ya no sabré hacerlo”.   

“El Cielo de Madrid”

Julio Llamazares

Santillana Ediciones Generales S.L., 2005



 

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